Empezamos la visita con el guía, somos cinco en el grupo, una guapa ucraniana con la que todos los chinos y tibetanos quieren hacerse una foto, un joven estadounidense que vive en Sanghai los últimos tres años y habla chino y un matrimonio húngaro que habla un poco español.
Como nuestro hotel está muy bien situado solo tenemos que caminar 15 minutos para llegar a la Plaza Barkhor y acceder así al más sagrado de los templos budistas del Himalaya, el Jonghor. Muchos peregrinos llegan aquí incluso tras 1.000 kilómetros caminando
La gente pide protección a su Buda de 2.500 años de antigüedad con oraciones y ofrendas, dinero o alimentos. El templo, como todos los tibetanos están llenos de colorido y las representaciones de otros Budas y demonios son espectaculares.
Lo primero que notas al entrar al templo es el característico olor a mantequilla de yak. Esto es debido a que las lámparas tienen las mechas flotando en mantequilla liquida, que los propios peregrinos van rellenando directamente de sus termos como parte de sus ofrendas. Otras personas se encargan de retirar la mantequilla que se va solidificando.
Desgraciadamente no se pueden tomar fotos del interior del templo aunque todos hacemos lo imposible para de la forma más discreta posible poder guardar un recuerdo.
En el primer piso es donde la gente rodea, siempre en el sentido de las agujas del reloj, la pieza principal de cada sala mientras rezan en voz alta pero manteniendo ese volumen comedido que les caracteriza.
En el segundo hay otras salas más pequeñas, todas con lámparas de mantequilla, en la que destaca la del monje golpeando el gran tambor, que en muchos casos está hecho de piel humana porque algunos buscan así una mejor nueva vida
El tercer piso es solo para turistas, allí no suben los tibetanos, y solamente son terrazas en las que puedes, ahí sí, tomar fotografías, tanto del templo, como de las calles del Kora de Barkhor y de la ciudad.
Tras esta visita nos hemos ido a almorzar con comida auténtica tibetana, muy sabrosa y en algunos casos algo picante. Normalmente beben agua caliente con limón y algo más. He tenido la oportunidad de probar el té de mantequilla tibetano aunque no lo he acabado porque el sabor a mantequilla prevalece sobre él te negro. Una experiencia más.
De camino al monasterio nos hemos encontrado con este acontecimiento.
Después, andando de nuevo otros 15 minutos hemos llegado al Monasterio de Ramoche, el segundo en importancia por la figura de Buda, también de 2.500 años, que guarda, aunque en este caso el cuello de la figura tiene pocos años ya que desapareció hace siglos la cabeza y cuando se encontró estaba incompleta.
Hemos pasado a la sala interior, donde están los monjes, que a esta hora la reservan para visitantes. Aunque nos han insistido con lo de las fotos de nuevo nadie podía resistirse. La gran diferencia ente los Budas de Jinghor y Ramoche es que el primero es un Buda de Tibet y el segundo de China.
Posteriormente hemos dado la vuelta completa al templo principal haciendo rodar todas y cada una de las ruedas de oración. Estas ruedas contienen escrituras sagradas y al hacerlas rodar cuentan como si las hubieras leído...
Ya en el patio nos han enseñado el almacén de velas para las lámparas de mantequilla, aunque nos ha confesado el guía que mucha de esta materia prima ya viene de India o Nepal porque al parecer la producción en el Tibet es bastante limitada.
Ahí terminaba nuestro recorrido de hoy, pero aprovechando que los compañeros de grupo no habían visto el pequeño monasterio de Tsepala Gang, hemos entrado de nuevo y ahora yendo en grupito me he atrevido a tomar fotos que incluiré en el post de ayer cuando tenga tiempo, y es que en Tibet internet es bastante malo además de tener que utilizar VPN para pasar los filtros chinos y ésto ralentiza aún más hasta casi la desesperacion
Saliendo del monasterio.
Aún era pronto y el sol había salido quedando un día espectacular por lo que hemos ido andando a tomar fotos de Potala y alrededores ya que no creo que mañana tengamos tiempo para ello. Al final he hecho otro montón de kilómetros hoy
Este es el monumento que el Gobierno chino puso para "celebrar 40 años de paz". Nadie lo visita y tiene vigilancia permanente para evitar actos de vandalismo.
Ayer me quedé con ganas de probar la carne de yak, asi que hoy me he comido un fiete y la verdad es que esta bien, al fin y al cabo un yak es un toro con mucho pelo....
el ambiente es mágico, la espiritualidad sorprendente, los templos un poco cutres y el filete no te lo comes tú en España ni de coña .....
ResponderEliminarUn abrazo.