Tras ver el amanecer en el lago Namtso y desayunar, emprendemos nuestro camino hacia Lhasa poco más de las 8,30.
Os adjunto las fotos de los baños, más que nada para el que quiera viajar aquí lo tenga en cuenta. En las ciudades no pasa, sólo en parajes naturales donde no se pueden hacer instalaciones y bueno, en algún pequeño restaurante familiar en Lhasa también lo he visto.
Afortunadamente mi cuerpo parece saber cuando lo necesito y no he tenido que utilizarlo ni en el Everest ni aquí. Personalmente ya contaré a quien le apetezca oírlo, algunas experiencias mientras hacía cosas menores.
El occidental suele ir con alguien que "haga guardia". Al chino se la sopla.
En los primeros kilómetros se puede apreciar mayor actividad ganadera por parte de los nómadas que la que realizaban ayer cuando pasamos ya acabando la tarde. Aprovechamos para dar un último vistazo a una manada de yaks.
Pasamos por el Tangula y de nuevo está tapado por las nubes, por lo que no paramos y me quedo sin ver este Pico de más de 7.000 metros de la cordillera más al norte del país, y que también tiene montañas imponentes, con cumbres nevadas todo el año.
El camino ahora sigue paralelo a las vías del tren que me trajeron desde Chengdú, lógicamente son las mismas de los trenes procedentes de Shanghai y Pekín, sin embargo tras varias horas acompañando esta genial infraestructura, no vemos pasar ningún tren, ni en un sentido ni en el otro. Aquí no existen los trenes de cercanías. Parece más importante la conexión con el resto de China, que sólo utilizan los chinos, que el bienestar de los tibetanos que tienen carreteras y comunicaciones muy por debajo del nivel del país.
Llegados al hotel de Lhasa, aprovecho para tomar un café en la librería que comenté el otro día, cerca del hotel, porque es el único sitio donde puedes tomar un café parecido al nuestro por 20 yuanes. Precio de Capuccino en Palma.
Por la tarde me voy a un mercadillo para hacer algunas compras. Como en todo Oriente el regateo es típico, y al final pagando bastante menos de la mitad, casi siempre piensas que has pagado de más, pero al fin y al cabo sólo son unos pocos céntimos por cada cosa que compras. No vale la pena ahorrarse el último medio euro. Ellos lo necesitarán más que yo, seguro.
Esta es la calle que va hacia la plaza Barkhor y que concentra gran parte de los mejores restaurantes de la zona vieja de la ciudad.
Al final hoy cenamos juntos el grupo para despedirnos en un restaurante en el que ya estuvimos y donde bordan los momos de yak, uno de los platos más conocidos de Tibet, además de otras cosas.
Aunque la fachada da a la calle principal, la entrada se realiza por detrás a través de un pasaje privado.
Nos ha sorprendido de nuevo un arco iris cuando comenzábamos una última kora desde el Templo de Jonkhor. Eran casi las nueve de la noche y estaba lleno de gente. Quizás menos turistas y más peregrinos, con sus ruedas de oraciones, rosarios y rezos.
A partir de las nueve cerraban casi todos los comercios. Francamente, puedes estar horas solo mirando pasar a la gente, viendo sus trajes, sus caras, su fervor.
Al anochecer se iluminan ligeramente las calles y el olor del incienso quemado permanece. Realmente no quieres irte de allí. Se respira bondad y tranquilidad. Es sencillamente especial. Es la esencia del Budismo y del Tibet. Nadie debería dejar de visitar esta ciudad.
Después hemos tomado una cerveza en una terraza junto a la Plaza de Barkhor, con unas vistas estupendas, pero ha comenzado una pequeña tormenta de lluvia y viento, que apenas ha durado unos momentos, y hemos pasado adentro.
Para acabar hemos ido al Buddha Bar, un local encantador muy cerca del hotel, a tomar una última copa y ya casi a medianoche nos hemos vuelto al hotel. Un día genial.
Los compañeros de viaje, como decía mi abuela, son gente estupenda, pero a mí me gusta más viajar sólo, a mí aire, aunque debo decir que son todos muy viajeros y buena gente y me llevó muy buen recuerdo de todos.
Los grupos no te permiten hacer lo que quieres, tiene sus ventajas y desventajas, pero como ya expliqué, no es posible viajar por tu cuenta en esta región autónoma aunque si se puede en el resto de China. Hay controles de carretera tipo aduana con barreras, al menos en cada prefectura, Imposible pasar sin guía. Habremos pasado estos días al menos 10 controles de pasaportes, además de cruzarnos con convoyes militares, creo que cada día.
Mañana dejo el Tibet, me habría gustado quedarme un par de días más en Lhasa, pero mañana tengo vuelo a Shangri-la, que aunque no está en el Tibet, está al norte de la provincia de Yunan, tiene mucha influencia tibetana. Ya lo veré mañana. A Lhasa volveré. Seguro.
Te veo sorprendentemente contagiado de espiritualidad, eso es bueno, a disfrutar el resto de tu viaje.
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